Este artículo de El País representa lo que muchos han convenido en denominar la «generación perdida» y, aunque está centrado en la precariedad de los jóvenes investigadores, se aplica prácticamente a la totalidad de la juventud formada en España.
También refleja la nula capacidad del país de retener talento, algo que no me extraña pues las empresas españolas tampoco saben -ni quieren- hacerlo. Vivimos en el país del salto de mata, el cortoplacismo y el «apagar fuegos».
Hay mucha gente en la treintena que hizo lo que se les dijo que tenía que hacer : formarse, estudiar y sacrificarse. ¿para qué? para nada. Aquí sólo les espera el paro, contratos precarios o empleos -muy mal pagados- para los que están sobrecualificados. No es de extrañar pues, que con estas perspectivas muchos hayan decidido buscar oportunidades en el extranjero.
Como siempre, esto lo acabaremos pagando más adelante. Si yo fuera uno de ellos, no tendría ninguna prisa en regresar a un país que en su momento me privó de un futuro.